RETAZOS DE UN TEXTO QUE PASÓ POR CUCHILLAS
Ortuño, Ángel, Perlesía,
Bonobos, México, 2012
No hay gritos en la oscuridad, los ojos
no distinguen lo que hay derredor. Alguien te dijo que era la Arcadia y como
tal, esperabas a Salicio y Nemoroso, esperabas el flautín, nunca mejor dicho,
del pastor: encontraste, sin embargo, los solfeos eléctricos de Leatherface y
su instrumento. No eras tú al que cortaban, eran los dulces cuerpos de las
ninfas y los moluscos trascendentes. No eras tú al que cortaban. Una muñeca
caminaba, aserrada por mitad, en distintas direcciones. Tú, sin embargo, estás
en la lista de manjares de la motosierra.
*
Pocos libros cambiaron mi percepción de
lo que acontecía en la poesía mexicana reciente como lo hizo Boa (Mantis Editores, 2009) de Ángel
Ortuño. Me sorprendió su rareza, la inteligencia que desmembraba el sentido de
los versos y, con el afán propio del taxidermista, combinaba exquisitez y
energía para ornamentar un cuerpo muerto, el del poema, y convertirlo en un
objeto teratológico, enrarecido en formol pero dispuesto a regresar a la vida. Un
muerto que camina mientras silba sus silvas: poema como máscara de pieles, que
aterroriza y oculta. Al hacerlo, configura nuevas posibilidades de emoción, de
inteligencia poética, es decir, su propia gramática: una contragramática del horror.
*
Perlesía
es el volumen más reciente de Ortuño
y una afirmación contundente de su estilo. Ya su título lo indica: se alude con
perlesía a una condición de parálisis, de privación de movimiento, que puede
ser físico pero también retórico. El epígrafe de Cube Bonifant lo hace
evidente: en lugar de expresar “Combatiendo la langosta con todo éxito se
está”, frase periodística, suena y se afirma mejor “Langosta éxito con todo
combatiendo se está”. Ahí encontramos la zona de acción de este libro. La
deformación es seducción. Ahí quiere incidir y configurar un registro auténtico
de expresión poética, una expresión mutilada y cercana a la afasia, una
atmósfera de elementos extraños que transforma lo representado. Cámara de gases
y cámara de letras, registro que violenta las convenciones sobre lo que “debe”
ser un poema: No hay en Perlesía un
objeto verbal que diga cosas claras y hermosas, cómodas para el lector; tampoco
objetos que nos comuniquen con los dioses, o con la forma en que se han
difrazado en la poesía del siglo XX: es decir, en el lenguaje de la paradoja y la
sabiduría revelada. Por el contrario, el poema se nutre de significantes e
imaginarios variopintos y apenas muestra su significado, pero se permite
descansar en una sonoridad bien matizada y ejecutada, apoyada sobre todo en el
verso de siete sílabas.
*
Lector sagaz de la tradición de la poesía
en español, Ángel Ortuño busca también una música que funcione como contrapunto
a los ritmos clásicos. Distante del octosílabo, apuesta por una mezcla que
danza torva entre heptasílabos y endecasílabos. En Perlesía los versos se fracturan y encabalgan, con ello lucen y
afirman su condición deforme. Sobre tal base sonora mezcla referencias cinematográficas
de la época muda al terror más reciente, con diversos elementos de cultura
popular y erudita: Orlac, el músico maldito de la película de Murnau, o bien
Pasifae, madre del Minotauro, mojados en compuestos químicos como el azul de
metileno, que sirve para tratar enfermedades, pero también para indicar las heridas
o el punto donde debe realizarse un corte de cizalla. Una paloma envenenada se
vuelve un submarino alemán y luego es una chica con un látigo. La matanza de
albinos en África por la superstición de que brindan buena suerte para
encontrar minas de carbón y diamante. Arenas movedizas que tragan realidad:
¿hay algo que se escapa?:
LOS ALBINOS TRAEN SUERTE
En las minas de diamante o cuando ocurre
una herida profunda.
Para beber su sangre porque hay que cuidar
la salud (un tesoro
confiado a ese fantasma
detrás del que ahora corren
mientras siga con vida para secar
sus ojos
que son el verdadero origen del polvo de unicornio).
Si van a presentarse
altos ejecutivos
y no todo está en orden. Incluso no te quieren
y se ponen zapatos de tacón
para pisar tus manos mientras fuman:
femeninos
superlativos
plurales y hablantes de lenguas americanas en
extinción.
En Burundi
Tanzania
o Kenia pocos pueden comprarlos.
Pero bastan.
*
Dos autores mexicanos afinan las cuerdas
eléctricas de esta escritura: Manuel Maples Arce y Gerardo Deniz. Del primero,
Ángel nutre su voluntad alotrópica e iconoclasta y la violencia alegre de
asimilar la vanguardia en un país donde, todavía en nuestros días causa escozor
a reaccionarios e ingenuos. Del segundo, de Deniz, la poesía de Ortuño comparte
la experiencia de la insularidad, el escepticismo y la ironía de los
imaginarios ricos y distintos; la idea del poema como una unidad de contingencia,
más que como un núcleo de revelación y de presencia. He pensado en los poemas
de Ortuño cual si fueran cajitas musicales que, en lugar de tocar La vie en rose, musicalizan notas de
Slayer y en cualquier momento, pueden explotar violentamente la experiencia del
lector. La máscara de Leatherface no oculta tras sí algo trascendente, quizá esté
vacía y lo único que persiga es un insondable temor: el miedo del hombre actual
de afirmar que es cuerpo y sólo cuerpo y pensamiento. Ese miedo al azar que se
cobijó filosófica y religiosamente durante tantos siglos. El cine de terror y Perlesía afirman ya algo distinto: el
azar puede convertirnos en víctimas, sin deberla ni temerla, y podríamos
disfrutarlo. Ya no es lo que cubre, es la máscara misma la que seduce, es ella
la que se hace inmanente, la que nos
muestra un aquí y ahora, fetiche de nuestros días que, aunque nos persiga en un
trance horrorizado, no podemos dejar de percibir y gozar su carcajada.
*
Perlesía asume un itinerario intenso, honesto y logrado de
ejecución poética: la de creer en el poema no como el partidario de una verdad
hermosa, divina o metafísica; por el contario, es una apuesta por la ilusión y
la saturación postbarroca del trampantojo. Poemas como resquicios de una
ilusión, como una galería de monstruos que tienen por alimento los fermentos de
nuestra época. Y quisiera pensar en ellos, también, como los personajes de Freaks, el magistral filme de Tod
Browning. Poemas como seres raros —y en su deformación, intensamente humanos—,
que persiguen bajo la tormenta —eléctrica y metálica—, a las asustadas y rancias
convenciones de la poesía mexicana. Ningún otro poema dice mejor esto que uno
de los que cierran este volumen:
TEXAS ES MÁS GRANDE QUE EL MUNDO
Cualquier
sentimiento puede expresarse con una flor
pero Leatherface*
prefiere su motosierra
luego de asegurar
brazos y piernas
con tiras de metal y poderosos
golpes de martillo
al resonante
letrero de la florería.
* No es de naturaleza sádica o maligna pero
obedece siempre a su familia:
la sierra
es la familia.
El médico
dice que no es nada.
*
Antes que ocurra algo que termine conmigo
quiero compartir lo siguiente: Jean Baudrillard afirma que todo pensamiento es anamorfosis, representación
deformada de la realidad que sólo con un giro de perspectiva muestra su magia.
Me atrevería a pensar que la alquimia de la anamorfosis habita en Perlesía, pero ya escucho que Leatherface corre tras de mí para cortarme
en pedazos y partir sanguinario la palabra, para convertirla en el nombre de su
amante y compañera: Ana Morfosis, o aún mejor, Ana Morfina.
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