viernes, agosto 06, 2004

DICES ADIÓS Y TE ROMPES

La espera es hija de las terminales y de los aeropuertos…
Félix Dauajare

Las terminales de autobuses no son el mejor lugar para despedirse de una ciudad. La gente con la espera entretejida sobre sus rostros, los minutos que se desgajan aquí y allá, y muy en particular esa voz monótona que anuncia las salidas hacia cualquier fruto de la brújula, construyen una atmósfera muy particular, donde es posible que se extravíen los recuerdos y desarticulen las memorias, en especial las de los ancianos, los niños y los olvidadizos.

Debería existir otra forma de decir adiós a una ciudad. Por ejemplo, que muchas gotas de la persona que parte se derramaran, cada una, en las calles de la ciudad que más gustaron al individuo, en los rincones donde amó, en los bares donde abrevó, en los mercados y sus urnas de aromas que no conocía y que fue descubriendo poco a poco, en las plazas donde comulgó de los atardeceres y de los niños que piden limosnas. Y después de realizado este recorrido, unir otra vez el cuerpo sobre el asiento que le haya sido asignado en su autobús.

La ciencia, enfocada a conseguir avances que, a primera vista son más pragmáticos que la anterior propuesta, aún no ha desarrollado una alternativa para solucionar el problema planteado. En estos tiempos donde, como escribió José Emilio Pacheco, la ciencia cree disfrutar del monopolio eterno de la magia, la única que ha demostrado ser efectiva en subsanar esa fractura del individuo al dejar una ciudad que le agradó, la única, hasta la fecha, es la poesía. No sé hasta cuando, no sé hasta dónde.

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