Murió también Patroclo, quien mejor que tú era con mucho.
Ilíada, XXI, 107
VII
Y estás aquí, vida, con tu traza
de mujer dolorida y poderosa;
con tus ojos que compadecen,
tu deleite fácil al principio.
Flotan tus pechos; abundando,
floreces en torno de tu ombligo;
central, te juntas; dividida,
hasta tus grandes pies desciendes.
No sé cómo te voy perdiendo,
pero echo de menos tus espejos,
tu lumbre solar, tus lunas plenas,
tu pesado olor de mar y establo.
Ya no me concibes cada día;
ya no te estoy embarazando.
Pero aquí estás, vida; aquí me mientes,
la ilusión de tus poderes, magnos
para tentación de la dientona.
XII
Miro, Pelona, sí, mis muros
vencidos de la edad, cayendo,
como la patria, agujerados.
Salirme al campo me prohíben
mis muletas sin acrobacia,
cojo mi bastón y menos fuerte.
Mas, con todo, no te miro en todo.
XV
¿Y hemos de llorar porque las cosas
están así sobre la tierra?
Hay una mujer, quedan amigos
y el desprecio, Flaca, a lo que dueles.
No sé si habré de morir todo;
no todo he muerto, mientras vivo,
me vienes guanga, compañera.
Ruben Bonifaz Nuño
De Calacas, El Colegio Nacional, 2003.
2 comentarios:
Se nos fue el poeta que, sin tanta pretensión, mejor supo enseñarnos a los clásicos y ser clásico él mismo en las circunstancias donde verdaderamente importa: en la vida.
Un abrazo, Bencomo.
Agustín, qué gusto leerte. Sí, una lección de sonoridades y cadencias la que nos legó Bonifaz en poemas y traducciones. Un abrazo!!
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