domingo, mayo 21, 2006

Consolaciones de luz, de Laura Elena González


Lo sé: la visión es quimérica.Pero mis ojos quieren ver esa invención de los dioses.
SU DONG PO "Su Shi"(China, 1036-1086)

Es la mirada una celebración de la luz El ojo atento se abre y captura retazos de vida, ráfaga de lo existente, va más allá de lo músculo que tiene para convertirse en sacerdote del color y el movimiento; es a la par de herramienta sensible, llave para abrir el cerrojo de la vida. Luego el mundo se muestra como un enredado conjunto de circunstancias, imágenes, actos, que se labran y entrehilan alrededor de nosotros – hombres: seres instintivos, abismales, y en momentos contados de la Historia, pensantes y lúcidos.

Sólo el ciego sabe
cuán redundante es la oscuridad del que mira

La relación luz – ojo, es entonces rito: percepción y transformación.

A través de la lectura de Consolaciones de luz (Ediciones Sin Nombre / Ediciones Nod, 2005) de Laura Elena González, presenciamos ese desdoblamiento, pero no sólo en el ojo, sino también en el instrumento de percepción tan especial que es la poesía. La voz, el ejercicio pleno de la palabra, como elemento “alumbrador”: acción que suministra luz a los hechos que nos impone el mundo en forma de intrincados laberintos, rincones, human beings, hoyos negros. Una vez hecha la luz, la voz actúa como elemento “transformador”: es el poeta, entonces, el prisma necesario para convertir el hecho en letras, juicio y música, juego y pensamiento. La consolación entonces llega, en la difracción del hecho inasequible, inalterable, en poema. Así, en ese ciclo vivificador, en donde a golpe de fotón cumple esta función dual la palabra, en ese nicho se construyen los poemas de Laura Elena González, poeta potosina, que, con el paso del tiempo, define de manera nítida su espacio entre las voces contemporáneas mexicanas.

A través de su obra, y de manera enfática en este libro, Laura Elena se distingue por el control, la búsqueda del dominio de los recursos poéticos, para atravesar el cauce musical de la poesía y situarse en los remansos de la reflexión. La imagen –poética— que se difracta, que ilumina, que a base de inteligencia se abre un paso en nuestra memoria. El verso es libre, desplegando un muestrario amplio de cadencias. Salvo en contadas ocasiones, donde la poeta experimenta con las posibilidades sonoras y rítmicas, es la idea el pivote a partir del cual se construye cada línea, priorizado esto antes que el sentido rítmico –sin que éste se pierda–, apostando siempre por la imagen fuerte, precisa. Si existe la categoría de poesía femenina, siendo utilizada ésta para determinar de manera despectiva, cierto tono recurrente –sensiblero, conmovido, de versos suaves y sin uñas–en la poesía de mujeres, podemos afirmar que la poesía de Laura Elena González libra tajantemente este adjetivo; por otro lado, en algunos momentos podría acusársele –fallidamente– de ser hermética, pues esta poesía exige una lectura atenta, que se vuelva en determinados momentos a las referencias culturales incluidas en cada texto.

Lo poetizado en este poemario tiene orígenes diversos: una casa abandonada, fotografía indeleble y nostálgica, Dios, la guerra, la vorágine mediática, un trozo de carne yaciente en el rastro, Polifemo, el enfrentamiento del poeta y el lenguaje o Rembrandt; todo a través de una mirada lúcida, serena y apasionada al mismo tiempo, un ojo que busca justificar su razón de ser, que desarrolla al máximo esa posibilidad de liarse con la luz, filtrarla al corazón y resucitar cada imagen que nos rodea, para incorporarla, rediviva, a la experiencia vital. Del poema Un corazón de luz los siguientes fragmentos:

mi cuerpo
vuelto luz y oscuridad
en los lienzos que los obligo a mirar
desde esta apartada tolerancia

Mi nombre es
Rembrandt Harmenszoon van Rijn
Soy pintor y en mi taller se trabaja
-------------------------------------------
Nunca partí y si lo hice alguna vez
siempre regresé a mi fuente mi corazón
/ de luz

En las secciones Luminiscencias (El Dragón Blanco) y El mirar oculto es notoria la influencia y la lectura de poetas orientales – rasgo explícito a manera de homenaje en ciertos poemas –, así como también puede rastrearse en otros tantos como economía de lenguaje, es decir, la búsqueda de una imagen sintetizadora, sincrética del todo que constituye cada texto. Hablaríamos aquí, de poemas espirituales, esenciales si resultan válidos estos términos, en contraste con poemas musculares, de amplia consistencia rítmica y estrofas a granel. A punto de vista personal, las secciones más rotundas en el poemario.

En la pradera de su voz el otoño se ocultó
bajo una página de nieve
Y los rasgos de su generosa caligrafía extendieron
/ las alas
del cisne que aún vemos emigrar de norte a sur

En las secciones Prismas y Estridencia Lunar, se aprecia una búsqueda sonora basada en el juego de palabras, cacofonías, disonancias que aún así, van más allá de un mero ejercicio lúdico y generalmente tienen un propósito, que es el de mostrarnos el hueso desnudo de una idea: la relación pasional del poeta con el idioma, su idioma. Es nuestro tiempo observado aquí de una manera crítica, con énfasis dos hechos dominantes en el panorama contemporáneo: la guerra y los mass media. Del texto Imagen reclinada

Su mano sostiene una flor
una carta
una granada
y maldice
bendice
al amante soldado
al país enemigo

adioslasuerte
adiós la suerte
¡Ah, Dios! La suerte

Al ver, se crea, al ver, se transforma. Abrir el ojo y conmovernos y movernos ante el mundo. La lectura de Consolaciones de Luz nos deja el convencimiento de algo: la mirada, el acto más cotidiano del hombre, el que inaugura su día consciente y lo clausura, no deja de ser un acto quimérico, de pasión por la luz, de amor e inteligencia.

1 comentario:

Alfredo Carrera dijo...

Esos dos versos me gustas:

Sólo el ciego sabe
cuán redundante es la oscuridad del que mira


Son lindos, ahora que ando medio obsesionado con los ciegos cai muy bien, necesito más lecturas que hablen de tal. ¿Cómo le hace pa llegar a las ediciones sin nombre tanta gente, yo conosco a alguno que otro que también debedían de llegar?