EL DISPARO
A David Huerta
Evito leer en tus palabras el hueco de un más.
Me cuesta, como sufre el leproso el blanco resplandor de sus manos.
Oscilo entre el poema y la carne débil de la iglesia, ambos frente a casa.
Hay un mar que se tiende desde ahí, pan para el hambriento. El cuerpo del agua muere donde los pájaros callan, ceden el lugar de su hambre para el hambre de otro dios.
Escribo al margen de tus letras.
Simplifico la versión de un cazador en furia, que ha estallado su arco.
Él busca en ti, se agita desde el pómulo mineral de mi rostro. Dispara.
Los viandantes, (ruido de la espuma chocando contra el cerro), descansan como un animal herido, que espera el sueño del alivio para ser vulnerable.
Dejaremos como ofrenda el disparo, quemándose al aceite de su eco.
El arma está bajo cualquier árbol, y los jóvenes que pasean de noche, la usarán mejor como un arpa.
Me cuesta, como sufre el leproso el blanco resplandor de sus manos.
Oscilo entre el poema y la carne débil de la iglesia, ambos frente a casa.
Hay un mar que se tiende desde ahí, pan para el hambriento. El cuerpo del agua muere donde los pájaros callan, ceden el lugar de su hambre para el hambre de otro dios.
Escribo al margen de tus letras.
Simplifico la versión de un cazador en furia, que ha estallado su arco.
Él busca en ti, se agita desde el pómulo mineral de mi rostro. Dispara.
Los viandantes, (ruido de la espuma chocando contra el cerro), descansan como un animal herido, que espera el sueño del alivio para ser vulnerable.
Dejaremos como ofrenda el disparo, quemándose al aceite de su eco.
El arma está bajo cualquier árbol, y los jóvenes que pasean de noche, la usarán mejor como un arpa.
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