lunes, octubre 27, 2008

De Proceso o de las tardes caídas bajo los garfios ardientes del otoño

El día de hoy apareció publicado en el prestigioso semanario Proceso un artículo de investigación periodística de mi carnal Jesús Navarrete Lezama. Versa sobre los manejos oscuros y el apoyo sin mesura del gobierno estatal potosino al equipo de fútbol Gladiadores de San Luis. Siempre es motivo de jolgorio cuando los cuates publican algo, y, aunque en este caso se trata de su labor reporteril, que complementa muy bien su desarrollo narrativo en ascenso, no me queda más que felicitar enormemente al queridísimo Chuy. Por ello les comparto un poema dedicado a él, Vespertinos para chuy, y que está incluido en De maitines a vísperas.


Para introducir una coincidencia hermosa, hace algunos días releía al enorme poeta andaluz Pedro Garfias (al que sí, le debo unas palabras más precisas y generosas) y encontré un potente verso suyo, del poema Angelus:


La tarde se desangra como un gladiador.


Garfias, que antes de encontrar nicho para su exilio en Monterrey, dispersó versos de hierro dulce por las polvorientas cantinas de aquel San Luis.



VESPERTINOS PARA CHUY


I (Soneto roto)

¿Recuerdas cuando se perdió la bacha?
Ardía en la piedra, en la coraza
del silencio allá arriba, nuestra hacha
para ver al cerro en plena brasa;

un rojo de sol trenzado en la muchacha
nos unía, medusas de la mar en Gaza,
(desierto similar), con pupila gacha
mas abierta, para ver del día la masa

y el yo de la ciudad, del horizonte
espina y astro, como un arco de plomo:
nos abre en la garganta un brillo, cromo

de nacer en la palabra duda. Y volver cansados.


II
With the birds I share this lonely view…
Red Hot Chilli Peppers



Recuerda el patio en su matriz de luz,
la sombra que corona el pecho del guayabo.
La trayectoria del olor frutal
es helicoide. Ahí se abre el deseo a los animales fantásticos:
los que usan la saliva como antorcha,
y oscurecen el rincón más claro de sus cuerpos.
Con ellos compartimos el aroma, el lengüetazo bífido del sol.
A lo lejos, muy arriba, un disparo de aves migratorias.
Su formación revuelve las frecuencias del corazón.
Viajan hacia el sur, para inflamarse el vuelo
con el polen del otoño.
No se distingue si son grullas, cigüeñas o
imaginación del viento en tornasol.





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