«Al fin y al cabo, la oposición de muchos escritores mexicanos al arte contemporáneo es cosa vieja: se inscribe en nuestra larga, tediosa querella contra las vanguardias literarias. Repudiar este arte es sólo un episodio más en una tradición que incluye, entre otras linduras reaccionarias, la exclusión del estridentismo, la manía costumbrista, el desinterés por los medios alternativos, la inamovible fe en los géneros literarios, la corrección estilística. ¿Cuántas veces no se lee en revistas y suplementos mexicnos que la experimentación formal es un hábito anacrónico? ¿Cuántas veces se repite que lo practicado por un artista innovador ya fue hecho antes y que por lo mismo carece de validez? Sépase de una vez que la pulsión experimental no caduca —es una pulsión, no una costumbre—y que es posible repetir, recrear, radicalizar las vanguardias. Como ha escrito Hal Foster, no hay mejor manera de desconectarse de ciertas inercias que reconectándose con las prácticas de las vanguardias históricas».
Rafael Lemus en «¿Quién le teme al arte contemporáneo?», Revista Luvina, num. 63, verano 2011.
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