La obsesión del espacio (1972), imagen tomada de aquí.
SOMBRA QUIETA
Una plancha se detuvo junto
a un árbol y del suelo brotó
una
lluvia de
transistores.
Nosotros también nos
detenemos, y a veces un poco deslumbrados
nos vamos por ahí...
tambaleantes.
Pero la cosa recomienza, y
siempre volvemos a ser lo que éramos.
El mobiliario se completa.
Lo que no quiere decir que
la silla vuelva a llevarse bien
con
la mesa.
Habrá que ver lo que es
seguir... Pero que siga, que siga...
sin detenerse.
Y cuando comienza uno a
abanicarse a grandes rasgos,
sin sentarse en una silla,
el suelo comienza a
anegarse
y se termina por encontrar
una rueda de esas en un rincón,
completamente knockout.
Momentos después la rueda
recomienza
y hay viento por ahí.
Un viento que acomoda las
últimas migajas
(¿por qué habrá siempre
últimas, me preguntaba los días pasados
que siempre hay?)
La quiebra del pavimento,
la quiebra de los talones,
la quiebra de las agujas y
de los pelos,
de las grúas y de los
bancos de la plaza,
tiene que ver con los
paraguas que flotan a la deriva
o con los humos que brotan
interminablemente de las orejas gastadas.
Una oreja sepulta
caballos.
Los cabellos sepultan
caballos.
Los caballos insepultos son
todos orejeros.
Las orejas se acomodan pero
ya no se estacionan durante años en un rostro.
Oreja de plaza,
paraguas insepulto,
rueda demoledora...
Hubo que hacerse un
lugarcito y esperar.
La conversación lateral
crecía y los rostros se abordaban salvajemente.
Una almohada de cabellos.
Una almohada de caballos.
Orejas por el suelo,
rodillas en la tierra,
y todos los rinconcitos
reservados para otras miradas.
Hoy me pregunto por qué de
todos lados se vienen caballos
traídos de los pelos o de
los cabellos.
Y el porqué de tantos
andenes sin rostro definido
para colgarse de cualquier
lado.
Una vez fueron tres
y no hubo palacios sino
calles zancudas,
y cómo se zancudían
en cualquier sector de
cabello
o de espejo incontenible.
¿Por qué contener el agua?
¿Por qué la llama
acentuaba su relieve para declinar
y caer en un embudo?
Había que enroscar los
cables de las miradas.
¡Y pase otro más al frente!
Un frente sin perfil,
un filo iluminado para los
que buscan asirse de los bordes.
Ojos vacíos, ventanas vacías
y vendaval.
Hay un viejo asunto de
cajones
y de muelas del viento.
Un centenar de antenas
dopadas
hacen brotar sus frutos por
todas partes.
Pero si hay partes no
pueden ser todas para asomarse
detrás de una loma,
de debajo del agua,
detrás de una puerta
o simplemente detrás de
los párpados.
SOMBRA INQUIETA
Mano despierta,
tajo florecido hasta lo
demás...
Las afamadas similares
adheridas
no comienzan.
Una sonrisa de sandía ata
las sábanas,
desgaja las risas,
escupe las semillas del más allá.
Y todo no es
todo porque la crema del bienestar
se reproduce en la orilla.
Y las rompientes
desdentadas
simulan pero no disimulan,
porque las mulas zigzaguean
una, dos....
Y la rompiente del
cuchillo
aparta la mar de puñaladas.
La los la el mi de la
tajada del tajo, de la muerte, de la
pata de cabra, de la
tormenta del diente, de la razón del
mi-porque, ni-si
ta-ta-ta-ta....
Mueca del fin,
hamaca del pan,
pan de la
urraca,
hurra del mal,
mismis del
curro...
Una descansada cara de
dado.
Una migaja,
una desplopada,
una derramada.
Sal mi raca raca,
suma, susurro, borde en
llamas,
una despierta, una
durmiente, una silencio.
La silencio se estrella
contra la miga,
la mano que enrolla las sombras,
un ojo simulador,
el humo de la frío.
Un dedo...
dos dedos....
tres dedos hacen la hamaca
y cuatro dedos el pan.
La soga se oculta...
pero la soga no tiene
huesos
para arder.
Y sin embargo no bizquea
la sal.
Mi estalla
y yo ironiza.
La pan de la papisa.
Ni trampas de bizco,
ni miga de bizcocho.
La lado, la dada.
Un timbre se pega.
El sonido se descalabra
sin ser dicho ni pampa,
ni run,
ni el agua enloquecida del
mapa,
derramada sin decir nada.
Por nada,
por la perfil,
por la frente,
por la destornillador.
Sin consultar,
sin un árbol de pro ni de
más,
sin una tormenta escapada,
famosa de pícara,
que escarba, escarmentada,
la torre, la torre...
Párpado roído,
pararrayos,
papagayo...
Una palabra,
dos palabras,
sin palabras.
A la deriva...
Los anzuelos...
Sobran vidas
a la deriva.
A la izquierda comienza
lo que tiene,
lo que es,
sin trabas de ninguna
especie.
¡SI! ¡especie!
¿La luz?
¿Por qué la sombra es luz
carbonizada?
Nadie pierde nada.
No se pierde nada con
nacer...
No se nace nada con perder.
LA DECISIÓN
No me lo preguntés.
Si usted no tiene nada que
hacer no lo haga aquí.
¿Usted o yo?
¿Yo o vos?
Las ganas no se dan así
nomás.
No se dan árboles de ganas
como el árbol que da las
manzanas
ni como los peces del árbol
inmenso del mar.
¿Vieron?
¿Viste?
Vestido de punta en
blanco,
listo para tomar el barco,
listo para el olvido,
mustio como la última gota
de vino
que crece como las
semillas
(eso es lo que vos te
creés).
Pero creer no es crear...
La gota de vino se muere por
la sal del desierto.
Una hamaca liviana, con
vista al río,
el río que crece,
que crea orillas para ser
río...
(¿pero él lo sabe?).
El cigarrillo medita por
uno,
naturalmente con humo,
vive sus horas de humo,
vive acostado,
junto al río.
No hay desplantes
cuando aquí me planto
en medio de bolsas de
humo.
La mar de caricias me
resbala...
pero escucho el río.
¡Sí! el río que me enseñó
las caricias.
El río vacila
(aquí no hay vacilaciones:
si el río vacila, hay río encerrado!).
Un canasto siente nostalgia
de los tomates rojos
y espera,
una espera que lo
llenará de acelga,
de espinaca,
de melones,
¡para que se olvide de la
nostalgia!
Hoy justamente me olvidé
como se arrancan los cabellos,
los cabellos de los
árboles,
de las piedras,
del río,
de las chispas que saltan
de las piedras.
Hoy los recuerdos viajan en
jet,
porque estamos en el siglo
XX
y todavía hay piedras que
duermen de día y de noche,
desde el siglo XV,
junto al
mismo río,
esperando al príncipe de la
Bella Durmiente
o a "la mano de hierro
que las llame a la realidad"
como un llamado telefónico
urgente pero equivocado...
Los equivocados no
necesitan teléfonos
porque los cabellos se
asoman por todas partes,
cuando esperan...
pero nadie espera para
crecer
(si lo dejan).
¡Pero a mí si me dejan
llego!
¿O me quedo?
¿Qué significa quedarse
junto al río,
o irse del lado de los
tomates rojos que esperaba el canasto?
El canasto que flota en la
creciente
junto a la mesa
y la cama
y los cigarrillos,
mojados naturalmente...
y el humo fugitivo y
ruiseño.
Una hamaca con los
cabellos,
cabellos de humo junto al
río,
un río envuelto con el
papel de las manzanas,
y dulcemente dedicado.
Porque el río es bocas,
manzanas, piel, acelga, espinaca...
¿Y el pobre canasto?
¿Yace o no yace?
¿Yace o no nace?
No.
Murió ayer por decisión
municipal.
El duelo se despedirá por
tarjeta.
UNA MADRUGADA POR DÍA
A la memoria de Robert Desnos
El gaucho se queda afuera.
El caballo entra adentro.
¡Pucha que son largas
las noches de invierno!
Buono-Striano
Las trizas no se ven.
¡Oh gran sorda al viento!
El viento hace trizas el
tiempo.
El día se ha vuelto oscuro
para volverse a aclarar,
para ser otro día.
Mi larga espera no puede
ser siempre.
El amor tiene que estar
aquí...
no a cien leguas a la
redonda.
El gallo despierta,
el pájaro doméstico del
canto a la madrugada.
Mis ojos comienzan a
licuarse en contacto con la luz.
Pero la llamarada sin
estrépito del corazón
no despierta a los
vecinos.
Ella (es decir vos) ya
duerme
pero yo sigo despierto.
Ella dejó todo para la
mañana.
Es hora, me dijo.
Yo me he quedado como pez
fuera del agua
de su mirada...
Feliz de vos (de ella),
pero Dios te (me) oiga,
porque yo no estoy tan
seguro
de hasta mañana.
Nada se sabe hasta mañana.
Hay una gran diferencia
entre el soñador y el
dormido/a.
Entre los pájaros que
duermen
y el gallo, cantor del
alba.
Entre sus ojos cerrados
y mi ojos abiertos.
Todos están afuera (aunque
duerman),
todos se han ido
hasta mañana.
Los que duermen han cerrado
su sueño
con siete llaves
hasta mañana.
Los insomnes de amor y los
otros
se quedan,
esperan.
Y yo visito fábrica de
encendedores perdidos.
(Hoy no sólo se fabrican
objetos para tener sino también
objetos para perder.)
Pero los encendedores
perdidos
no hablan con los paraguas
perdidos.
Y yo me voy, pájaro negro,
con el paraguas infinito de
la noche
acribillado por tus
miradas,
por el recuerdo de tus
miradas.
La madrugada es dura
como el pan del olvido.
Tu mirada es sólo un
recuerdo
hasta mañana.
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