Como siempre, el otoño nos sorprende. Este año ha llegado con los pies inflamados de agua, con goteras en las casas de débil corazón; en Zacatecas un viento frío adorna los árboles de la Bufa, acompaña a los músicos nocturnos en su travesía de bar en bar, baratos y alegres a pesar. Rilke escribió el siguiente poema para recibir al otoño algún día entre 1902 y 1906, sus primeros años de libertad y viaje, testamento de algún paraje entre París o Roma o algún pueblo danés o sueco. Comparto con ustedes una apresurada, aunque cariñosa y muy a propósito, versión:
HERBSTTAG
Herr: es ist Zeit. Der Sommer war sehr gross.
Leg deinen Schatten auf die Sonnenuhren,
und auf den Fluren lass die Winde los.
Befiehl den letzten Fruchten voll zu sein;
gieb ihnen noch zwei südlichere Tage,
dränge sie zur Vollendung hin und jage
die letzte Süsse in den schweren Wein.
Wer jetzt kein Haus hat, baut sich keines mehr.
Wer jetzt allein ist, wird es lange bleiben,
wird wachen, lesen, lange Briefe schreiben
und wird in den Alleen hin und her
unruhig wandern, wenn die Blätter treiben.
DÍA DE OTOÑO
Señor: ya es tiempo. Fue enorme el verano.
Sobre el reloj de sol vierte tu sombra,
y suelta el vendaval sobre tu suelo llano.
Ordena plenitud al final fruto;
dos días de tibio sur otorga en trino,
lleva su pulpa a madurez, bruto
el jugo inyecta en el pesado vino.
Quien no posee morada ya no erige.
El que solo vive, así estará buen rato,
haga cartas, lea, lo débil lo cobije
y divague en las calluelas sin recato,
cuando el vaivén de la hojarasca rige.