sábado, diciembre 16, 2006

Reimplantación

Ayer estuve otra vez en Schloßplatz, en el jardín del Castillo, a un lado de la calle principal, que se extiende atestada de gente y compradores furiosos en la búsqueda de la última oferta. El jardín, por el contrario, permanecía en cuasi perfecta calma. Saqué mi cuaderno e intenté nuevamente, escribir un poema en el jardín y otra vez no pude. Inmediatamente me puse a pensar en las gaviotas (¿Porqué hay gaviotas en una ciudad tan continental?) y en el futbol de Argentina o en Oaxaca o qué sé yo.
Me puse luego a pensar en este espacio, en este blog, tan abandonado a su suerte, a sus dos o tres lectores y a mí mismo, que muchas veces me hago pasar por uno de ellos para tratar de encontrarme ahí en lo que he puesto. Me puse a pensar en el Cactus Verbal, que ahora no es escrito más desde el desierto, sino desde una orilla del río Néckar (otra marabunta de gaviotas: un barco que transporta chatarra: los viñedos: las latas de cerveza en el suelo). Y en la Saudade, ese concepto indescifrable aún.
Y me dí cuenta que algo cambió, y que lo que se escribe es como una navaja, que hiende y cicatriza a la vez. Stuttgart. Que hay maneras de apropiarse de una ciudad, o de ser adoptado por ella, o simplemente de fundirse en su respiración de yegua seria en invierno.
El Cactus sigue, y está seguro que el único sol que lo hace vibrar es el de aquellas latitudes hijas de Cerro de San Pedro. Pero ahora, y parece que por un tiempo prolongado, será un Cactus de invernadero desde el Winter alemán.

sábado, julio 01, 2006

Entre sierpes y lagartos, David Ojeda en La Centena

La tradición poética de San Luis Potosí, al igual que las de otras regiones de nuestro país –provincianas, de acuerdo al término peyorativo y decimonónico acostumbrado por los habitantes de la capital– puede juzgarse al vuelo como un corpus poético estrecho, sin muchos puntos de ruptura y que tiene aún como pivote referencial a nivel país, a Manuel José Othón. Esta visión anquilosada, nos permite suponer al respecto una apatía de los creadores y críticos de la literatura mexicana, a los que –salvo algunos pocos– interesa poco la literatura del interior; no hay una verdadera intención de construir un diálogo con las poéticas de otras regiones y puntos de la república.

Si bien es cierto que la columna vertebral que sostiene a la poesía potosina, está compuesta por autores de un lirismo que podríamos llamar ortodoxo y que en algunas ocasiones –sobre todo en casos determinados– puede sonar anacrónico al compararlo con otros tonos y registros de la poesía en español, también encontramos cenits, desgajamientos verbales de pronunciada velocidad y reflexión, horquillas y atajos abiertos en su camino aparentemente unidireccional. La evolución literaria de una región sólo puede juzgarse a partir de un profundo estudio y una pasión por la investigación histórica: una lectura amplia de los sucesos que rodearon a la obra literaria y viceversa, las obras que rodearon a los acontecimientos históricos y les dejaron su impronta.
David Ojeda nos ofrece en Entre Sierpes y Lagartos (CONACULTA – ESN, 2006) nuevas consideraciones acerca de las letras locales.

Narrador –quizá el más importante de San Luis Potosí en la segunda mitad del siglo XX –, además de su obra creativa, es traductor y un apasionado de la historia literaria de la región; en este papel ha preparado y publicado un trabajo indispensable para la literatura local: 400 años de literatura potosina, entre otros estudios al respecto.

En un conjunto apretado de 5 ensayos enraizados entre sí – que pueden engarzarse también como uno solo– Ojeda nos conduce por callejones verbales y los personajes que los recorren, delimitados temporalmente entre el último cuarto del siglo XIX y finales del siglo XX. El punto de partida para esto, es la dicotomía geográfica del estado: la Huasteca y el Altiplano. La primera, exuberante y plena de recursos naturales –bosque tropical, cauces fluviales, clima húmedo y caluroso, tierras fértiles y apta para la ganadería –, pero alejada del centro político del estado, con el que se mantiene en constante confrontación y, por su misma condición geográfica, apta para la explotación de los grupos vulnerables, incluyendo grupos indígenas. La zona altiplano es seca, semidesértica, y hasta hace un par de siglos tuvo como principal soporte la minería, y es el asentamiento de la capital política del estado. Una geografía impone y condiciona el carácter y los rasgos culturales de los grupos que la habitan; luego la expresión literaria es también influenciada.

El segundo frente de análisis tiene como eje las marcas profundas que ha dejado el conservadurismo, sus resquicios de oscuridad, doble moral y violencia y su relación con el poder político en el estado; su convivencia con ese régimen duro, de discurso laico, revolucionario y popular pero que, en la práctica, devino en consolidación de cacicazgos y desigualdad social, principalmente en zonas tan alejadas del supuesto federalismo, como la Huasteca.

Así, entre sierpes (altiplanenses) y lagartos (huastecos), entre conservadores y oficialistas, se teje un humus rico, que ha servido como fertilizante para la literatura potosina. David Ojeda contrapuntea con mayor o menor detenimiento en cada caso, la obra de diversos autores, que son, sin duda, figuras notabilísimas en la tradición literaria potosina: Ignacio Montes de Oca –obispo de la ciudad de San Luis a principios de siglo– a quien contrasta con Marcelino Sánchez, cantor popular de la Huasteca; Joaquín Antonio Peñalosa –que también fue presbítero y dejó una obra poética de suma consideración–, y el que es el poeta más importante del siglo XX en esta región: Félix Dauajare. Obras que han sido poco estudiadas, y cuyo valor es mucho mayor que aquél que les ha otorgado el discurso dominante, centralista, historiador de la literatura mexicana.

Se incluye aquí también un repaso breve por la narrativa potosina – cuestión incompleta si se considera que el autor mismo no aparece dentro del análisis – para al final mostrarnos a dos personajes que son antípodas de la sociedad potosina: Gonzalo N. Santos, gobernador y cacique del estado, de origen huasteco, famoso por sus correrías y, como el autor le define, un cínico en toda la extensión de la palabra; autor de unas memorias –cuyo valor literario puede cuestionarse, más no el histórico– que reflejan el carácter de este personaje. Y opuesta a él, Concepción Cabrera, muy conocida por sus actos de caridad, su labor dentro de la estructura católica, y su profunda devoción –que en algunos momentos, como diría Ojeda, raya en la locura–, cuya canonización es promovida por ciertos grupos conservadores. Ambos conforman un cerco conceptual, moral e histórico perfectamente definido.

Entre Sierpes y Lagartos, topografía literaria de San Luis Potosí, nos otorga acceso a nuevas perspectivas para entender nuestra tradición. Aquí se obtienen piezas de este rompecabezas que es la literatura local, tamiz a través del cual se reinterpreta siempre,–la mediación del artista local, de acuerdo a Ojeda –la literatura universal. En el caso de la obra escrita potosina, no será posible tener un perfil de mayor nitidez, si no se atiende el trabajo de los creadores huastecos– podemos citar a Homero Acosta, Enrique Márquez y Alberto Enríquez, como autores que merecerían estudios más detallados–; y hasta que la obra de gente como Dauajare o Peñalosa sean valoradas e incluidas con justeza en el cauce histórico de las letras mexicanas. Ocurra lo anterior o no, dentro de ése péndulo verbal potosino, altiplanense y huasteco, placenta exuberante y desértica a la vez, de glosa amplia y corazón abstracto, siempre se mezclarán alientos que devengan nueva palabra.

miércoles, junio 21, 2006

Un viaje de poesía

En el U-Bahn de Stuttgart –Untergrundbahn o tren subterráneo– sobre las paredes de cada vagón, hay poemas. Algún alemán cara pálida tuvo esta genial idea, luego en cada viaje puede uno recetarse breves textos de poetas alemanes y extranjeros traducidos. Algunas veces saqué mi libreta y copié los poemas, en la ruta desde la Hauptbahnhof –estación principal de tren– hasta mi parada. Yo no vi a nadie, aparte de mí, que los leyera, uno nunca sabe cuando un alemán observa algo. Para incluirse en la euforia mundialista, el U-Bahn de Stuttgart (no intentaremos gentilicios) se ha tapizado con poemas futbolísticos. Kati, sabedora de mi adicción por los breves textos, copió el siguiente de Günter Grass y me lo envió.



Estadio nocturno

Lento surgió el fútbol desde el cielo.
Entonces pudo verse, que la tribuna estaba llena.
Solitario el poeta, se colocó en la portería,
pero el árbitro silbó: Fuera de lugar.

Günter Grass



Nächtliches Stadion
Langsam ging der Fussball am Himmel auf.
Nun sah man, dass die Tribüne besetzt war.
Einsam stand der Dichter im Tor,
doch der Schiedsrichter pfiff: Abseits.

viernes, junio 09, 2006

Vi tu foto en una página en la red.
Se habla de letras, autores, fechas.
No de
venenos tan simples como el
carbón de tus ojos.

Momento: ese mineral
tiene profundidad de carretera
desértica, de fonógrafo
varado en la cadera de la noche

Tiempo: es un carbón
que no requiere fuelle para consumirse,
ardiente per se,
escalera en caracol que
esta palabra sube y al final se incendia.

martes, mayo 30, 2006

Melvina y las Cartas para Miguel

El jueves pasado se inauguró en la sala Germán Gedovius del Teatro de la Paz, aquí en San Luis, la exposición de pintura de Melvina Orozco, Cartas para Miguel, con la que Melvina se coloca como una de las artistas jóvenes más interesantes para los próximos años. Transcribo aquí mi texto que se incluye en la exposición. Estas imágenes de su obra las presento sin permiso de la autora –a la que habré de convencer que me perdone chelas de por medio.

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El hueco producido por alguien que ya no está, es resanado a partir del recuerdo: fase del ausente que poco a poco se desgasta, perdida en los meandros del fluir de la memoria, y torna en una dura formación de sal, icono petrificado y solemne, con el que se rompe finalmente cualquier vaso comunicante.
Para reavivar el vínculo con la recordación, es necesario algo que rompa la inercia de piedra y nos permita purificarnos del veneno del tiempo, de la sombra con que esa ausencia cubre la luz de nuestro día.

Así, Cartas para Miguel de Melvina Orozco es un acto de fuerza pictórica: creación de un espacio marginal, geografía a la que nos imanta un hombre varado en el pasado y hacia donde concurre la artista desligada de cualquier presente. Lounge atemporal para contemplarse en silencio o para alcoholizarse en un grito, andar desnudo sobre una sonrisa o fundir el filamento de la tristeza; para encontrar la ternura en los ojos de una niña que también es hermana y ángel nocturno. No hay forma de no ser sincero aquí: se trata de un ajuste de cuentas. Los objetos anquilosados que conformaban la evocación –epístolas, besos, fotografías, palabras musitadas en días olvidados–, se energizan con la imagen del presente, con la pronunciación de un nuevo “aquí me soy” del que remite, para fundar frescos nudos en la memoria.

Misivas visuales, donde la figura se impone como elemento principal, comunicación corporal, lenguaje de silencio y músculo, que en su potencia da más que la palabra; ahí el color, armónico o en fugas disonantes, es la curva senoidal de la memoria y del amor; la textura nos confronta, no se diluye en un parpadeo si no que permanece en el ojo, espesa, disgregante, como el amanecer de domingo o un deseo perverso en esa misma mañana. Cada cuadro, una nueva misiva llena de experiencia pasada o de buenas y ansias nuevas, entronque del instante y la forma que permanece en el espectador.

Es Cartas para Miguel un proceso catártico, pacto de amor que es saldado con eficacia plástica por Melvina Orozco, sin caducidad ni matasellos postal.

domingo, mayo 21, 2006

Consolaciones de luz, de Laura Elena González


Lo sé: la visión es quimérica.Pero mis ojos quieren ver esa invención de los dioses.
SU DONG PO "Su Shi"(China, 1036-1086)

Es la mirada una celebración de la luz El ojo atento se abre y captura retazos de vida, ráfaga de lo existente, va más allá de lo músculo que tiene para convertirse en sacerdote del color y el movimiento; es a la par de herramienta sensible, llave para abrir el cerrojo de la vida. Luego el mundo se muestra como un enredado conjunto de circunstancias, imágenes, actos, que se labran y entrehilan alrededor de nosotros – hombres: seres instintivos, abismales, y en momentos contados de la Historia, pensantes y lúcidos.

Sólo el ciego sabe
cuán redundante es la oscuridad del que mira

La relación luz – ojo, es entonces rito: percepción y transformación.

A través de la lectura de Consolaciones de luz (Ediciones Sin Nombre / Ediciones Nod, 2005) de Laura Elena González, presenciamos ese desdoblamiento, pero no sólo en el ojo, sino también en el instrumento de percepción tan especial que es la poesía. La voz, el ejercicio pleno de la palabra, como elemento “alumbrador”: acción que suministra luz a los hechos que nos impone el mundo en forma de intrincados laberintos, rincones, human beings, hoyos negros. Una vez hecha la luz, la voz actúa como elemento “transformador”: es el poeta, entonces, el prisma necesario para convertir el hecho en letras, juicio y música, juego y pensamiento. La consolación entonces llega, en la difracción del hecho inasequible, inalterable, en poema. Así, en ese ciclo vivificador, en donde a golpe de fotón cumple esta función dual la palabra, en ese nicho se construyen los poemas de Laura Elena González, poeta potosina, que, con el paso del tiempo, define de manera nítida su espacio entre las voces contemporáneas mexicanas.

A través de su obra, y de manera enfática en este libro, Laura Elena se distingue por el control, la búsqueda del dominio de los recursos poéticos, para atravesar el cauce musical de la poesía y situarse en los remansos de la reflexión. La imagen –poética— que se difracta, que ilumina, que a base de inteligencia se abre un paso en nuestra memoria. El verso es libre, desplegando un muestrario amplio de cadencias. Salvo en contadas ocasiones, donde la poeta experimenta con las posibilidades sonoras y rítmicas, es la idea el pivote a partir del cual se construye cada línea, priorizado esto antes que el sentido rítmico –sin que éste se pierda–, apostando siempre por la imagen fuerte, precisa. Si existe la categoría de poesía femenina, siendo utilizada ésta para determinar de manera despectiva, cierto tono recurrente –sensiblero, conmovido, de versos suaves y sin uñas–en la poesía de mujeres, podemos afirmar que la poesía de Laura Elena González libra tajantemente este adjetivo; por otro lado, en algunos momentos podría acusársele –fallidamente– de ser hermética, pues esta poesía exige una lectura atenta, que se vuelva en determinados momentos a las referencias culturales incluidas en cada texto.

Lo poetizado en este poemario tiene orígenes diversos: una casa abandonada, fotografía indeleble y nostálgica, Dios, la guerra, la vorágine mediática, un trozo de carne yaciente en el rastro, Polifemo, el enfrentamiento del poeta y el lenguaje o Rembrandt; todo a través de una mirada lúcida, serena y apasionada al mismo tiempo, un ojo que busca justificar su razón de ser, que desarrolla al máximo esa posibilidad de liarse con la luz, filtrarla al corazón y resucitar cada imagen que nos rodea, para incorporarla, rediviva, a la experiencia vital. Del poema Un corazón de luz los siguientes fragmentos:

mi cuerpo
vuelto luz y oscuridad
en los lienzos que los obligo a mirar
desde esta apartada tolerancia

Mi nombre es
Rembrandt Harmenszoon van Rijn
Soy pintor y en mi taller se trabaja
-------------------------------------------
Nunca partí y si lo hice alguna vez
siempre regresé a mi fuente mi corazón
/ de luz

En las secciones Luminiscencias (El Dragón Blanco) y El mirar oculto es notoria la influencia y la lectura de poetas orientales – rasgo explícito a manera de homenaje en ciertos poemas –, así como también puede rastrearse en otros tantos como economía de lenguaje, es decir, la búsqueda de una imagen sintetizadora, sincrética del todo que constituye cada texto. Hablaríamos aquí, de poemas espirituales, esenciales si resultan válidos estos términos, en contraste con poemas musculares, de amplia consistencia rítmica y estrofas a granel. A punto de vista personal, las secciones más rotundas en el poemario.

En la pradera de su voz el otoño se ocultó
bajo una página de nieve
Y los rasgos de su generosa caligrafía extendieron
/ las alas
del cisne que aún vemos emigrar de norte a sur

En las secciones Prismas y Estridencia Lunar, se aprecia una búsqueda sonora basada en el juego de palabras, cacofonías, disonancias que aún así, van más allá de un mero ejercicio lúdico y generalmente tienen un propósito, que es el de mostrarnos el hueso desnudo de una idea: la relación pasional del poeta con el idioma, su idioma. Es nuestro tiempo observado aquí de una manera crítica, con énfasis dos hechos dominantes en el panorama contemporáneo: la guerra y los mass media. Del texto Imagen reclinada

Su mano sostiene una flor
una carta
una granada
y maldice
bendice
al amante soldado
al país enemigo

adioslasuerte
adiós la suerte
¡Ah, Dios! La suerte

Al ver, se crea, al ver, se transforma. Abrir el ojo y conmovernos y movernos ante el mundo. La lectura de Consolaciones de Luz nos deja el convencimiento de algo: la mirada, el acto más cotidiano del hombre, el que inaugura su día consciente y lo clausura, no deja de ser un acto quimérico, de pasión por la luz, de amor e inteligencia.

viernes, mayo 19, 2006

Para un viernes con las nueve de la mañana degolladas


El poema de oficina sigue
las cotas de la imposibilidad,
terreno baldío nublado poco
a poco con fragmentos de sueño
y prohibiciones de reír. Acuden
playas, mantarrayas, noches de
whisky o desembocaduras de mar
en la piel.

Contraataca el reloj, en ancas
oferta la bifurcación del día:
tomar de dios el camino
o herbazales
de otredad aromizados.

viernes, abril 07, 2006

Heiz Czechowski

Incluyo aquí una traducción de Heinz Czechowski, poeta alemán nacido en Dresde en 1935, del que he leído breves líneas. Poética que acusa cierta desolación y falta de esperanza vital, que algunos detectan como rasgo importante del carácter general de la Europa contemporánea. Al igual que Durs Grünbein, poetas que proceden de la antigua DDR y ahora tienen que incluirse en el rostro globalizado de la nueva Alemania, con todas las inercias vivenciales que se arrastran desde un pasado tan fresco, que decantan de una u otra manera en sus versos. Las traducciones hechas son de poemas encontrados en Internet.

Damals zuletzt

Überall liegen Zettel herum, Notizen, Adressen, flüchtig
aufgeschrieben.
Der Tag ist blind. Wer oder was
wird kommen? Ich
habe es noch nicht aufgegeben,
Bilanzen zu ziehen, doch für die Gegenwart
habe ich keine Definition. Hin und her überlegend,
such ich nach einer Linie,
um meine Biographie zu entwerfen.
Mich verläßt nicht die Angst,
daß ich mich vertan haben könnte.
Wahllos
greif ich nach einem der Zettel. Drei sechs acht acht
fünf –
das war einmal
meine eigene Telefonnummer, aber das Haus,
in dem ich damals wohnte,
gibt es nicht mehr. Also
geb ich es auf, nach meiner verlorenen
Identität zu suchen, es reicht ja,
hier zu sein und zu wissen,
daß man noch hier ist ...

1992

En aquel tiempo finalmente

Por todas partes yacen notas, avisos, direcciones al vuelo anotadas.
El día es ciego. ¿Quién o qué
vendrá? No he terminado aúnde hacer balance, incluso para el
presente no tengo definición. Aquí y allá meditado,
busco una línea
para trazar mi biografía.
No me abandona el miedo
de que pude haberme equivocado.
Confuso,
tomo una de las notas. Tres seis ocho ocho
cinco
Ése fue mi
número telefónico alguna vez,
pero la casa
donde viví en aquel tiempo,
no existe más. Dejo entonces
de buscar mi identidad perdida,
basta
con estar y saber que aún aquí
soy...

1992

Das Jahrhundert der Wölfe

Die Woche geht zu Ende, wie sie begonnen hat:
Alles ist, wie es gewesen war
Ich trank, und wurde betrunken.
Ich aß, wurde satt und deckte mein Bett auf. Im übrigen
Dachte ich an die Vergangenheit, sah mich, wieder einmal.
Den alten Weg von der Burgsdorff- zur Böttgerstraße gehen,
Um in der kleinen Kneipe ein Bier und einen Korn zu trinken.
Offensichtlich war es damals ein Wintertag so wie heute,
Wo sich Westfalen als die Bastion des Winters in Deutschland geriert.
Aber auch auf dem Feldberg liegt Schnee.
Meine Liebste liegt mit ihrem Kater
In Bergen-Enkheim zu Bett. Ich selbst bin nicht gut zu mir,
Fand aber zwischen der Wäsche ein uraltes Hemd,
Das ich mir einmal irgendwo in Old England
Bei Mark & Spencer gekauft. Auch die englische Pfeife,
Im Shakespearestädtchen Stratford erworben, gibt es noch, ferner
Befindet sich auch noch ein römischer Stein aus Bath
Auf meinem Schreibtisch.
Nur der Schreibtisch verweigert
Mir heute beharrlich den Dienst: auf ihm liegt das Bild
Der Gescheiterten Hoffnung.
Während ich auf dem Bett
In den Memoiren Nadeschda Mandelstams lese, denke ich,
Dem es schlecht geht, wie relativ doch das Leben
Mit uns, den Dichtern, verfährt im Jahrhundert der Wölfe,
Das nun zu Ende geht, um dem neuen Jahrtausend
Platz zu machen und damit auch der gescheiterten Hoffnung
Auf eine Zukunft für mich.
Nein, es lohnte sich nicht,
Heute die Rolläden hochzuziehen, denn es dunkelt schon wieder, noch
Werden die Tage kürzer, in der Abwesenheit des Glücks
Starr ich auf meinen Bildschirm, wo sich die Wörter versammeln
Zu etwas, das keine Botschaft mehr ist. Wohin
Soll ich noch gehen, außer ins Dunkel?
Depressionen, Verstimmungen undDie immer wieder heraufbeschworene Unmöglichkeit,
Irgendwo noch einmal ankommen zu können ...


El siglo de los lobos

La semana toca fin, como empezó:
Todo está como había estado.
Bebí y me emborraché.
Comí, estuve lleno y destendí mi cama. Por cierto,
Pensé en el pasado, me vi de nuevo
andar el viejo camino que va de Burgsdorff a Böttgerstrasse
para beber en la pequeña tasca una cerveza y comer grano.
Obviamente era un día de invierno como hoy,
Donde Westfalia se proclama como el bastión del invierno en Alemania.
Pero también sobre los cerros yacía nieve.
Mi amada yacía en la cama con resaca
En Bergen-Enkheim. Yo mismo no me siento bien,
Pero encontré entre la ropa una vieja camisa,
Que una vez en cualquier parte de Old England me compré en
Mark & Spencer. También la pipa inglesa,
adquirida en el pueblo Stratford de Shakespeare, y hay
también una piedra romana de Bath so mi escritorio.
Sólo el escritorio se rehúsa
a darme un servicio atento: sobre él se encuentra
la foto de la Esperanza fracasada.
Mientras leo sobre la cama las Memorias
de Nadescha Mandelstam, pienso,
al que le va mal, qué relativa es la vida
con nosotros, los poetas, perdidos en el siglo de los lobos,
que nunca toca fin, para darle lugar al milenio entrante
y, con eso, también la Esperanza fracasada
y un futuro para mí.
No, no vale la pena por hoy
subir las persianas, pues ha oscurecido nueva cuenta,
otra vez los días son más cortos, y en ausencia de la Suerte
contemplo mi pantalla, donde las palabras se juntan
en torno a algo, que ya no es más un mensaje. ¿Hacia
dónde debo ir aún, afuera a la oscuridad?
Depresiones, molestias y
la eternamente invocada imposibilidad,
de poder llegar nuevamente a donde sea.

martes, marzo 14, 2006

Heimkehr

De vuelta al Cactus

Por fin retomo el quehacer en este blog, que estaba varado en algún hueco ratonil de la memoria, que ahora, producto de una limpieza pre-primaveral, ha vuelto a mi conciencia y a la lista de placeres-obligados. Regresan las palabras a este espacio, no tan frescas, más bien cernidas en el tamiz de lecturas cioranescas y quevedianas, que le dejan a uno la planta del pie y la quijada maltrechas.

Pero el humor, ¡oh! el presentimiento primaveral, y ese viento de marzo que, como buril nos afila el rostro y nos vuelve el temple a la sangre. Los primeros vapores de la mañana ya no causan una punzada al interior de la columna vertebral, más bien revitalizan el cuerpo a su paso por las fosas nasales.

Bien, a mediados de este marzo de este 2006, se reabre este frente verbal contra el mutismo del desierto. Traigan sus borreguitos gramaticales a pastar la poca yerba que crece, por ahora, en él.
¡Si quieren traigan peyote y reforestemos algún sueño!