Hace mil trescientos años que Li Po caminó, cabalgó y por supuesto, disfrutó de las delicias del trago a lo largo y ancho del Imperio Chino, a cuya cabeza se encontraba la dinastía Tang, célebre por el impulso que brindó a las artes. Seguramente su vida y, como se sabe, lo prolijo de su obra, quedarán fuera del alcance de toda pretensión biográfica, para quedar sueltos en los terrenos boscosos de lo imaginario.
fffffSe dice, de acuerdo con los datos que de él se tienen, que nació en la provincia de Shuiye, en el año 701. Su talento fue reconocido a muy temprana edad, se cuenta que a los diez años platicó con el emperador y éste lo reconoció como un geniecillo. A pesar de su conocimiento de las diversas disciplinas filosóficas, Li Po se sintió siempre, por disposición espiritual, mucho más cercano al taoísmo que al confucionismo. De ahí que emprendiera en su juventud el recorrido por las provincias, las visitas nocturnas a ermitaños, las travesuras a los monjes y largas charlas con la naturaleza, buscando el elemento más prodigioso en ella: la disolución, el eco extendido del silencio. Se conservan como testigos de su vida algo así como 1,100 poemas suyos, aunque se afirma que escribió más de diez mil. Lo que calla en los poemas perdidos, hechos agua entre las aguas del río Amarillo, nos obliga a pensar a Li Po en el silencio de los montes, en el revés de la cascada, en el amplio espectro sin sonido entre cada golpe de sílaba.
fffffEl idioma chino es monosilábico y su escritura es a partir de ideogramas. Cada uno de estos ideogramas dice y evoca mucho más, que una sílaba sencilla en cualquiera de las lenguas indoeuropeas. Por añadidura, el chino carece de elementos conjuntores, y los poemas clásicos se conforman como imagen de palabras, nombres y verbos, que en su disposición gráfica y rítmica se abren a la estampa, al festejo o al ejercicio pensante. Florecen.
fffff
Poema "Bebiendo bajo la luna" en escritura original y traducción silábica.
fffff¿Qué hay en el silencio entre ideograma e ideograma? Celebración, la parte inagotable del mundo que no puede decirse, y que si es dicha, se escapa por igual. El azar quizá, la abundancia más radiante. Así lo comprueban los poemas de Li Po, que fue un fundamental renovador de la lírica china de su época, y sigue siendo una figura referencial dentro de su tradición. Para los occidentales, su obra no deja de ser un regocijo, una fiesta extraída, a través de la dura labor de traducción, a una presencia cristalina y saludable que refresca. Grandes escritores se han visto encantados por el murmullo de vino que brota de su voz, entre ellos Ezra Pound, José Juan Tablada, Octavio Paz. En sus poemas se abre el mundo, así como quería el místico alemán Angelus Silesius, porque sí. Porque sí que es y debe ser tan caro a la poesía. A aquellos que no hemos visitado el lejano país, nos vemos afectados por una experiencia rebosante de sinceridad y desenfado. Abundan las celebraciones al vino. A la luna. Cada tallo de bambú, cada cascada, hierven de luz y plenitud. No faltan la risa y travesura, aunque también se expresa la nostalgia por el vencido, por el ausente, por el regreso eterno de la primavera. El recorrido por las aldeas, el alba. Si se quisiera empatar la filosofía de Li Po a alguna corriente occidental, podría decirse que se acerca más a un epicureísmo con licencias —que quizá sea el mejor. Aunque la palabra del Libro del Tao, raíz del mundo oriental y de la sabiduría china más antigua, es demasiado profunda incluso, para decirse, como sentencia su primer momento: “El Tao que puede decirse no es el Tao verdadero”
fffffLi Po se refugió con más intensidad en esta doctrina después de sus fallidas experiencias en la corte imperial, durante sus años de madurez, donde frecuentó los placeres cortesanos y disfrutó de una vida opulenta, de los cuales pronto se vio defraudado, al reconocer lo fútil y poco sincero de las actividades de la función pública, y el escaso interés de todos los administradores en trabajar por el verdadero bien del pueblo. Vícitma de conspiraciones, como nuestro buen Dante, sufrió el destierro. Ya muy cerca de sus años finales obtuvo el perdón del poder y se refugió en casa de un tío. Sospechamos que nunca dejó de escribir poemas, y es muy justo pensar que, sabedor de lo finito de todo acontecer, se complacía en escribir versos bajo el brazo blanco de la luna, para después arrojarlos al agua, o verlos dorarse en la fogata, como las despistadas luciérnagas. Verlos sumirse en el callar del mundo, de donde salieron y a donde pertenecen.
fffffLa leyenda cuenta que murió ahogado en el año 762, en una noche de embriaguez, queriendo abrazar el reflejo de la luna sobre el río. Puede ser y no. Aunque no es necesario un final tan romántico, para saber y sentir que Li Po es uno de los poetas más auténticos que han vivido. Yo me quedo con uno de sus poemas (que por cierto encuentra eco en un texto notable de José Emilio Pacheco, No me preguntes como pasa el tiempo), que atestigua la banalidad del poder humano, lo efímero que resulta todo hacer del hombre ante el cauce, a veces crispado y otras en sosiego, pero siempre erosionante, del devenir:
ffffffffffffffffffVISITA A LAS RUINAS DE YUE
ffffffffffffffffff Derrotados los de Wu,
ffffffffffffffffff el rey de Yue regresó triunfante.
ffffffffffffffffff Sus guerreros se cubrieron de seda.
ffffffffffffffffff Doncellas en flor llenaban
ffffffffffffffffff el palacio de primavera,
ffffffffffffffffff ruinas que cruzan hoy día
ffffffffffffffffff unas cuantas perdices grises.*
* Algunos de los datos de este texto, así como el poema Visita a las Ruinas de Yue, fueron tomados del libro Cien Poemas, Li Po, traducción, selección y prólogo de Chen Guojian, Ed. Icaria, Barcelona, 2002