domingo, septiembre 05, 2004

DeSazón o el condimento de la vida



“ …quizá porque el Teatro le abre ventanas al hombre,
lo transforma en lo más íntimo
y le da una lucecita de esperanza.”


Victor Hugo Rascón Banda


La puerta de acceso al Noroeste de Chihuahua es Cd. Cuahutémoc. Se respira un olor a manzana y el frío desviste los huesos en invierno. Una ciudad tranquila, típica del norte mexicano; salvo por una coincidencia: confluyen ahí tres culturas, tres pieles distintas, ojos que buscan en el aire sus propios sabores del mundo.
Los Rarámuris –tarahumaras- bajan de la Sierra por necesidad, sustentados en su dignidad, luchando por mantener sus costumbres aunque el mundo les dé la espalda. Puede verse a sus mujeres en las calles de Cuahutémoc, con sus largas faldas floreadas y sus hijos en brazos, atisbando en los rincones la esperanza, la moneda. Viven del maíz, fruto de la sierra; beben Teshuino, fermento de ese grano y su bebida sagrada.
En los alrededores de la ciudad se encuentran los Campos: comunidades donde los menonitas crean su mundo. Agricultores por naturaleza, descendientes de alemanes y holandeses. En sus comunidades herméticas a personas distintas trabajan, se superan, viven sin renunciar a las costumbres traídas de Europa. Hacen jamón ahumado y un queso delicioso.
Dos colores distintos, tierra y leche. Menonitas. Rarámuris. En medio de ambos, como eje de esta dicotomía, se encuentran los mestizos, el mexicano que vive en la ciudad y que trenza su existencia entre los otros dos. Todos giran en una danza caótica; comparten la ciudad, pero no las costumbres; comparten el tiempo, pero no la vida. Un caso para la antropología. También para el teatro.

Y en esas coordenadas, Víctor Hugo Rascón Banda (1948), escritor y dramaturgo de primera línea. El originario de Urúachic, Chihuahua aquí se ubica, de Cuahutémoc parte para realizar un homenaje a las mujeres de esa tierra, para encontrarse con su esencia. Es DeSazón una obra que nos abre las puertas a una trilogía con sus respectivos sabores. Una menonita, una maestra rural y una tarahumara por adopción. Todas construyen el entorno con sudor, dolores y sonrisas, buscan en el hombre su ecuación y su respuesta, escarban en la vida y se sostienen ahí donde el desazón les deja un hueco.
El director José Caballero, apoyado por tres excelentes actrices (Julieta Egurrola, Angelina Peláez y Luisa Hue) construye un puente con sabores que nos lleva a Chihuahua y a su gente, nos guía en los arrecifes de la emoción sobre los barcos-monólogos de cada una. La maestra rural y sus hijos, abandonada por el narcotraficante. La menonita dejada por el hombre que emigra a los Estados Unidos. La exguerrillera comunista disfrazada de rarámuri para supervivencia. Despacio, con el video que avanza a sus espaldas sobre los rieles del tiempo, nos hablan, comparten sus recetas de comida y nos abrazan desde las grutas de su voz.
Gracias a México en escena pudimos apreciar el DeSazón aquí en San Luis. Así, sin rozarse las historias, apenas intuyéndose, vibraciones superpuestas en una misma geografía, de la misma forma que en Cd. Cuahutémoc: al final paladeamos la soledad, el condimento de la vida que huele a mujer y que es uno solo.

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