viernes, junio 19, 2015

Poemas de VHS, de Patricio Grinberg


DONKEY KONG + TV


r

contra el brillo plástico de las algas y el aireador, escondida detrás de la pecera, había sol y hacía frío, ella jugando donkey kong, ella cuando dijo — quisiera estar afuera

— convertirme en un insecto

ahora suspendida, al otro lado del teléfono, lo último que dijo, lo poco que tarda en ocupar todo el resto 


r


el gorila, el fantasma después, todo el tiempo la imagen de jugar y su contrario, ahí también la historia que no, cuando el gorila atrapa a la chica y sube la escalera, en el pulso de la música del principio

el cuerpo bajo la sombra del velador, las palabras temblando que cada tanto soltaba, tres días fiebre, para que intente después contarlo, para que sólo diga muchas veces yo, era tarde y no entendía, estaba enojada y tenía miedo 


r


una gripe inventada para no ir, quedarse en pijama y la felicidad un poco estúpida del principio lo que siempre venía después

cuando se aburría y perdía forma

sin otra sensación que la de moverse indefensa


todos los días de lluvia entre 1988 y 1997 

ese aburrimiento 


r


el cuerpo dormido, el olor a quemado, la curva de sueño que mantiene y esa canción que no podía dejar, cuatro acordes repetidos, cuatro minutos de ukulele

rebotando del otro lado, debajo de la mesa, las escuchaba gritar; se durmió y cuando se despertó todavía era de noche, el televisor estaba encendido y ellas seguían gritando 


r


la forma cansada de antes, el gesto de miedo y sorpresa, raquel welch en bikini detenida entre dinosaurios, agregando flores telepáticamente y la imagen del jardín

— no es yo, es lo contrario 
— el volumen que consigue

intuido el aire después, el tiempo que tarda la voz, el sentido interrumpido por la voz, cuando se pierden los subtítulos

— a veces todo parece malayo 


r


dejada frente al televisor, la imagen se sacude, recorre el cielo y cae

con un movimiento inexacto, ella contra la imagen, el tiempo en la imagen, había chicos, había fuego y tenían palas, el perro estaba atado

en directo, inestable, casi cuando había terminado, dice que no los encuentra, que ya no queda nada, dice que a veces sueña que todo vuelve a ser igual que antes


r


siempre más o menos lo mismo, nada que pueda interrumpir y una historia que parece prestada

una lista de los mejores gestos

si no pudiera escuchar lo que dicen, si tuviera música de nintendo, una teoría de adjetivos, esas frases sueltas del principio y la idea del cansancio

lentamente


hasta alcanzar un recuerdo y empezar a preguntarse cuándo 



Patricio Grinberg (1970)
Tomados de: SEA MONKEIS (Ediciones Liliputienses, España, 2013)

jueves, junio 11, 2015

Tres poemas de Hoyo 13. Novela Barrial, de Rafael Espinosa

Estos tres poemas pertenecen a Hoyo 13. Novela Barrial, de Rafael Espinosa (Lima, 1962), publicado por Librería Inestable en 2013:

Cap. 6


Se parece a nadar estilo libre incorrectamente.

Se parece a un empleo insuficiente de la libertad.

Se parece a ser interrumpida por los perros del barrio cuando llego adonde los peluqueros

y me cuentan cómo en sus años de adolescentes, la felicidad se condecía

con perder en el mar una sandalia.

¡Una sandalia en que habían gastado dinero y en la cual bamboleándose se iba y venía la moda

y la figura de ellos sobre la orilla se borraba y aparecía una época más adelante!

Como los primeros seres vivos, digo yo,

en las mismas estructuras sociales.

Qué bueno es que los peluqueros, con sus chaquetas blancas de doctores, sean solo ellos mismos,
hablen mientras trabajan con nuestro reflejo, se esmeren en seguir las líneas del destino de la cabellera;
no cobren por hacer preguntas sobre el pasado.

Yo les dije que un amor secreto existe para hacernos caminar

y darnos de bruces con su local de repente,
soportando la perla del mundo.

Procedimos

a la vez que mi hermana, al fin de su visita a mi padre, pensaba que no es así,

que el mejor amor acontece entre un organismo activo y un organismo yerto.

El cementerio de pastos verdes como el modelo de la mancomunidad.

El hipódromo, para ellos, como regresar espiando huertos después de perder en las carreras.

Raro salir de la peluquería, con el pelo recién cortado, portando un milenio de paz en la cabeza.
Quisiera nunca más hablar.

Saludo nada más por telepatía.

A cambio, pequeñas voluntades niegan que exista el silencio, la puerta gimoteando.
Experimentarlo es un teleférico,
abajo la gente teniendo penas y haciendo los ruidos del sexo.



Cap. 15


No solo en las clínicas psiquiátricas, donde los pacientes tienen anhelos de palomas, hay peleas.
También en la plaza las palomas a las que se dona maíz encuentran la forma de entrar en batalla.
No fue seguramente el fin del que la diseñó que tuviese la vida de pandilleros o empresas.

Más bien puede pensarse que concibió ubicarlas todas en un puerto
para divisar lo que es bueno por hondo,

la carga que viene, la carga que va.

A mí también se me ocurre una idea: convertirme en un gusano

para despertar al tipo de la estatua

y, si antes no gatilla el rifle, preguntarle por qué es preferible matar enemigos;

por qué es mejor que comer humus y tierra

o escuchar el agua subterránea
cuando todos los indicios apuntaban a que defendía solamente una mesa rectangular.
Así será el brocado de la democracia.
Así las especies devoran energía solar en un ágora.
Mientras los presentes, disfrutando un poco de aire en sus sitios, parecen del todo satisfechos
con ser unos pervertidos sexuales de la coexistencia social; a fin de cuentas

han llegado hasta allí para oír con sus vasos capilares a los abejorros, y apenas eso.

La plaza, debo colegir, es el lugar únicamente de las sensaciones bellas.
Y también el asiento en que es bueno pelar el plátano
que me regaló el verdulero
para más potasio y mejor vida.

Total, es un mundo físico y rememorar cada destello de un arete de perlas llevará cien años.
Crea una galería de sortijas y casados, que descansan en el cuarto de los niños.

Nosotros también estamos algo dormidos, acunados en la radiación de fondo del desastre.
Pensamos en cosas, como un distrito financiero desierto.

Hasta que alguien nos recuerda que está prohibido imaginar asuntos en las áreas municipales.



Cap. 16


Un amigo del que he olvidado todo, salvo que actuaba hace mucho en videojuegos,
me enseñó la fórmula para escapar de cualquier sitio.
Basta con ponerse tan triste que se confunda suicidarse con caminar,

escogiendo siempre caminar.
Adiós, aves alegóricas,

sigan acostándose con los que pierden la tarde leyendo sobre la farándula.

Percibir bien, entender mal, es mi concubina.

Y lo que le gustaría a cualquiera en este instante, todavía más que comer lentamente otro plátano,
es ser un helipuerto para el primer pensamiento que tienen en su día de franco los otros.

Con certeza pensaron en vagabundear,
un poco horrorizados, al espiar las calles, de encontrarlas en estado de feto,

recién por existir.

Esto me recuerda algo lo que narra mi hermana las veces que la acompaño hasta la puerta

de la parroquia; cuando entraba a UCI
sus canarios le dijeron en coro a nuestro padre que ya era completamente libre,
sobre todo y únicamente de cantar.

Quien camina, por supuesto tararea,
desde luego la letra esquiva de canciones extranjeras
y como no entiendo nada, pero converso por tiempo indefinido amablemente
con sus palabras, puedo denominarme un chofer.

El taxista de a pie,
con sus gringos, las estupefacciones.
Ellos preguntan si asimismo yo soy siquiera un poco libre
pues cada vez que sigo a ciegas la libertad, cojo a la derecha por O’Hara, entro al pasaje

de las cafeterías y desemboco directo frente al mar.

Cambiemos de ruta, nada más por estética.

Todos tenemos una deformación craneana por una misma resonancia: una vida que se inicia en la ribera.


viernes, junio 05, 2015

Revista Crítica 165.

En el número 165 de Crítica, junio-julio 2015, aparecen cuatro poemas: "Mañana con Kabir, mañana con Eshleman", "Auroras, arpegios", "La foto y el gong" y "Ecos distintos". pp 113-117. Aquí el pdf de la revista.

martes, junio 02, 2015

La calma entre el cero y el uno, de Björn Kuhligk, en Bonobos Editores

La calma entre el cero y el uno (en alemán Die Stille zwischen null und eins, publicado en 2013 por Hanser Berlin Verlag) del poeta berlinés Björn Kuhligk, aparece en estos días en México bajo el sello Bonobos Editores. Las versiones al español son de Daniel Bencomo.